Otra leyenda…
«Dice una antigua leyenda vikinga, que el rey Frody de Dinamarca, recibió en una ocasión de Hengi-Kiaptr, el regalo de dos piedras de molino mágicas, llamadas Grotti, que eran tan pesadas que ninguno de sus sirvientes, ni de sus guerreros más fuertes podían hacerlas girar una sobre otra. Durante una visita a Suecia vio y compró como esclavas a las dos gigantas Menia y Fenia, cuyos poderosos músculos y cuerpos habían llamado su atención. De regreso a casa, ordenó a sus dos nuevas sirvientas que molieran oro, paz y prosperidad. Las mujeres trabajaron alegremente hasta que los cofres del rey rebosaban oro y la paz y la prosperidad abundaban en sus dominios. Pero el rey, en su avaricia, ni siquiera permitía a sus sirvientas descansar, por lo que éstas se vengaron moliendo una guerra, provocando la muerte del rey a manos de los vikingos. Posteriormente, el rey vikingo Mysinger tomó las dos piedas y las sirvientas y las embarcó en su nave, ordenando a las sirvientas que molieran sal, que era un producto muy valorado en aquel tiempo, pues era el mejor conservante de alimentos. Pero, el rey vikingo se volvió tan avaricioso como el rey Frody, no dejando descansar a las mujeres por lo que, como castigo, tal fue la cantidad de sal que molieron que el peso de la sal hundió el barco. Las gigantas murieron y toda la sal fue esparcida por los mares, siendo a partir de entonces, éstos salados.»
Muy parecida, e igual de imaginaria a éstas anteriores, era la historia que (recordando a modo anecdótico) nos contaron en el primer curso de la carrera…en la asignatura de Oceanografía Física, que decía algo así:
«Eran dos amigos, uno de ellos rico y el otro, por razones de la vida, se quedó sin trabajo; además, esperando otro hijo (ya tenía tres). El rico le ofreció caridad al pobre y todos los días le donaba algo de comida para él y su familia. El pobre se fue acomodando y no buscó más trabajo, pues podía mantener a su familia sin esfuerzo, gracias a la caridad de su buen amigo. Un día, cuando iba a pedir la comida a casa de su amigo rico, lo vio matando una vaca y le pidió un buen trozo, éste le tiró en el pecho todo el costillar del animal y le dijo que se lo llevará al diablo, que no fuera más a pedir a su casa si no pensaba trabajar. El pobre se marchó, iba a llevar la carne al diablo y por el camino un viejito le contó que a cambio de darle la carne el diablo le daría algún regalo. El señor mayor le advirtió que no pidiera dinero, sino un molino chiquito y viejo que tenía al lado de la puerta, que era mágico y le daría todo lo que pidiera. El pobre se llevó para casa el molino, así se hizo rico, pidiendo todo lo que quería al molinito: comida, esclavos, doncellas, casas, tierras…Pasado un tiempo, recibió una visita de su amigo rico, que tanta caridad le brindó y le pidió que le vendiera el molino. Puso un precio y lo vendió, pues él ya tenía suficiente para vivir. El rico llegó a su casa y despidió a todos sus empleados y le pidió al molino que le diera dinero, mujeres y comida. Fue llenando todas las habitaciones hasta que no cabía nada más. Entonces se descubrió que la sal podía conservar los alimentos y, en todos los países, esta sustancia era como el oro blanco. Así, el actual dueño del molino construyó un barco enorme, puso el molino en el barco y le pidió sal, que iba vendiendo por todos los países mientras su fortuna crecía y crecía sin parar. Fuen tanta la sal que produjo que, al final, ya nadie quería más y el molino no paraba de moler ante la avaricia de su dueño. El rico, enfadado, pues el precio de la sal era ya muy bajo, tiró el molino por la borda, cayendo éste al fondo del mar, donde todavía hoy día sigue produciendo sal.»
La verdad, de por qué el mar es salado, es mucho más simple (menos mítica e impresionante):
En la atmósfera se encuentran el dióxido de carbono y el agua, ambos, al mezclarse, forman el ácido carbónico. Cuando llueve, el agua que cae sobre la tierra, es un poco ácida y erosiona las rocas. Los elementos o iones (sales) liberados por las rocas son transportados por el agua de escorrentía a los ríos y arroyos hasta el mar, donde son depositados. Algunos de estos iones son aprovechados rápidamente por los organismos otros, en cambio, se acumulan o permanecen constantes en los océanos.
Los dos iones más importantes (aproximadamente el 90% del total) que se encuentran en el agua de mar son el cloro y el sodio. La medida de concentración de sal en los oceános se llama salinidad y ronda la cantidad de 35 partes por mil o, lo que es lo mismo, que de cada 1000 partes de volumen de agua, 35 son iones o sales disueltas.
Y después de todo esto (sin contar con la historia real de la aparición de sal en el mar) con qué historia os quedáis?? Os sabéis alguna más? Ya sabéis que podéis contarnosla en lamarsalao@gmail.com así como cualquier otra curiosidad, pregunta o duda que tengáis.
Muchos besïtos y nos vemos el viernes!!!